Fragmento de una escultura de piedra, tallada en forma de caballo enjaezado.
Nº inventario: 4225A
Dimensiones: 34 cm longitud
Apareció en la necrópolis del Cigarralejo formando parte del empedrado tumular que cubrió la sepultura nº 395. Los íberos acostumbraban a llenar la fosa con tierra, tras depositar previamente los restos calcinados del cadáver junto a su “ajuar funerario”. Sobre ella, en numerosas ocasiones realizaban una estructura cuadrada de piedras trabadas con tierra y barro, cuya altura y tamaño varían considerablemente de 1 m. hasta los 6 m. de lado, incluso algunos de estos encachados presentan varios escalones. Su apariencia externa dependió de la importancia social que tuviera el difunto, puesto que se trata de una construcción visible para cualquier individuo que pasara por la necrópolis, convirtiéndose en un elemento delimitador de la tumba y propagandístico de primer orden, al indicar el status del propietario y de la familia a la que perteneció.
Esta interesante pieza, fue colocada como si de una simple piedra se tratara, entre las otras del encachado. El hecho de reutilizar fragmentos escultóricos en las cubiertas de ciertas tumbas, es un hecho bien documentado en el Cigarralejo y, aunque no se puede precisar el tiempo transcurrido desde la destrucción del monumento al que pertenecieron dichas tallas y su reutilización como cantos, estilísticamente podría fecharse hacia finales del s. V o muy a principios del s. IV a. C.
Pese a que se encuentra muy incompleto y los detalles se presentan algo esquemáticos, la calidad de la labra es excepcional, de la que destacan los detalles anatómicos del animal, tales como los redondeados ojos y la crin, así como de los atalajes. La cabezada se ha tallado con sumo cuidado, consta de frontalera, testera y ahogadero. La pieza más inusual es el frontil que corre desde a frontalera hacia el morro, cuyo remate se ha perdido. Las diferentes correas se unen mediante discos circulares o faleras, fabricadas las reales en bronce, tal y como nos demuestran las encontradas en varios ajuares funerarios del Cigarralejo.
Contamos con otros fragmentos escultóricos de gran tamaño, correspondientes al morro (T. 395, nº inv. 422B) y al torso del équido, donde se aprecia la manta y cincha que sirvieron de montura, pero sin jinete (Tumba 425, de finales del s. III o inicios del s. II a. C.), posiblemente todos ellos pertenezcan a la misma pieza. Escultura que sirvió en origen para rematar la tumba de un importante personaje, seguramente masculino y, una vez destruida de forma natural o intencionada, se reaprovecharon los trozos para la construcción de los túmulos de tumbas más tardías.

 

Caballo